Desde mis comienzos como fotógrafo he estado convencido que cualquier lugar, incluso el patio de nuestra casa, es propicio para desarrollar cualquier historia fotográfica. La luz del sol, las texturas, los diferentes colores, todo puede ser excelente material para el fotógrafo con ojos bien abiertos, dispuesto a contar su propuesta personal.
La fotografía, aquella mágica actividad de escribir con luz (eso significa en griego) tiene su principal componente no en el equipo que podamos comprar si no en lo que logramos descubrir cuando miramos a hurtadillas por el visor de la cámara. Bien lo dice Proust: “El verdadero viaje de conocimiento no consiste en visitar lugares nuevos si no en visitar los conocidos con ojos nuevos”, la fotografía entendida como arte es ante todo un asunto de actitud.
asta hace pocos años el fotógrafo o explorador de la mirada debía escoger entre viajar ligero y más lejos o mejor equipado pero con una menor autonomía. El material debía dosificarse ya que no siempre se podía adquirir en el lugar de destino y por supuesto siempre se debía reservar algo de película ante la esperanza de aquella toma insuperable que podía ser encontrada en el momento menos esperado. Se podía fácilmente gastar una pequeña fortuna para asegurar la provisión del material que sería utilizado. Mis costos cambiaron de material a hardware y se agregó una constante preocupación por mantener actualizados los respaldos digitales de mi producción visual.
El acceso a la tecnología ha extendido asombrosamente las fronteras del conocimiento y la capacidad para compartirlo con otras personas. Hoy para muchos niños en el mundo la vida no se puede concebir sin acceso a Internet y el computador personal es considerado un artículo de primera necesidad para muchas personas. Esto se traduce en una sociedad más conectada, pero paradójicamente más solitaria, con una urgente necesidad de contarle a otros sus historias personales y aquí es donde la fotografía con su capacidad de testigo (subjetivo claro está) asume el rol de convertirse en la herramienta más poderosa de la comunicación: te muestro lo que yo vi, y aquí es donde comienza el discurso creativo, tomando decisiones de todo tipo (equipo, tema, técnica, público) para conseguir su objetivo final e inicial, el objetivo de dialogar y porque no, encantar al público de nuestra obra.
La fotografía que acompaña este tema no la tomé en el patio de mi casa, pero si en una plaza cercana a ella un par de años atrás. Lo sorprendente es que para las personas que visitan este lugar es algo completamente natural y cotidiano ver estos reptiles. Esto demuestra que es algo completamente diferente ver que mirar, lo primero es un gesto fisiológico mientras que lo segundo es un acto voluntario, consciente y re-creador.
En los casi dos siglos desde que fue inventada la fotografía y en muchos años más fotografiar seguirá siendo una noble tarea donde buscaremos armonizar, lo que sentimos, pensamos y miramos de nuestro universo particular.
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